Este nuevo hobby investigador me llevó a consultar los archivos parroquiales del Obispado de Lugo, y poco a poco fui reconstruyendo las raíces de esa casa familiar de Sarria, pues, evidentemente, tiene tantas ramas de procedencia como personas se fueron incorporando mediante los sucesivos matrimonios, y que podría resumir en estas cuatro:
- La familia Fernández Batallón, del Castillo de los Infantes
- La familia Pérez, de Montán
- La familia Arias Losada, del Mosteiro de Barbadelo
- La familia Novoa De Castro, de Lugo
Como aquí tratamos de memorias de lo acontecido en la Casa de Batallón, no nos remontaremos a lo que no está escrito o recordado directamente por la pluma o boca de algún familiar, así que empezaremos por el hombre que escribía en el libro de filiaciones de la Casa del Castillo de los Infantes: Juan Fernández Batallón.
2.1 Los Fernández Batallón, de Castillo de los Infantes

La familia Fernández Batallón tenía su solar propio en Castillo de los Infantes (hoy, Castelo dos Infantes), parroquia del Ayuntamiento de Sarria, y así fue desde 1647, año del testamento de un tal Francisco González en que instituyó a su hijo Gil González como su heredero. Desde éste transcurrieron varias generaciones hasta llegar a la generación de los hermanos José, Francisco y Pedro Fernández Batallón, ya con su sonoro apellido incorporado, casado éste último con María López de La Torre y siendo titular del vínculo de la casa de Batallón en esta localidad. Pero los que empezaron a hacer historia escrita para estas memorias fueron los cinco hijos de este matrimonio:
- José, el primogénito, presbítero y titular de los mayorazgos fundados por su abuelo y su tío abuelo, del mismo pueblo.
- Josefa, que se casó con Francisco Pérez, de Santa María de Montán, y miembro de una familia amiga con la cual mantenían buenas relaciones desde hacía años. Es la madre de Manuel Pérez Batallón.
- Francisca María Antonia, que vivió y murió en la casa en estado de celibata. No sé más de ella.
- Juan, nuestro escritor del Memorial de las filiaciones de los poseedores de la Casa llamada de los Batallones, cuarto de los hermanos. Se casó con Margarita López y vivió en la casa como destinatario natural de la herencia, cuya hija, Josefa, continuó como titular de la casa del Castillo de los Infantes. Josefa tuvo tres hijos llamados Angela (casada con su primo Casiano), Manuel y José. Éste, el último poseedor de esta casa a finales del siglo XIX, que emigró a Montevideo.
- Y Manuel, el menor, que fue hombre de letras y párroco de la feligresía de Santa Eulalia de Villagarcía de Arosa durante 32 años, en donde recaló en 1810 tras la expulsión de los franceses en la Guerra de Independencia, y donde reconstruyó en 1816, con 32.000 reales de su patrimonio personal, la casa rectoral que aquéllos habían dejado reducida a cenizas en su incursión de 6 de marzo de 1809.


La antigua casa solariega de la familia era la que hoy en día es conocida como Casa de Barrio, en los bajos y mazmorras del antiguo castillo que allí existió, según me informó un vecino in situ, y que cambió de manos a finales del siglo XIX por venta que hizo el último José López Fernández Batallón, nieto de Juan, el tan mentado redactor del memorial de filiaciones que dio comienzo a este libro.
El libro de las filiaciones nos cuenta que esta familia había estado acumulando propiedades al vínculo o mayorazgo fundado por los ancestros. Es de suponer que mantenían buenas relaciones con los Señores de Castillo de los Infantes, la familia López de Lemos[1], que además eran quienes tenían el derecho de presentación del párroco en la iglesia de esta feligresía[2]. De hecho, José Fernández Batallón, el primogénito titular del vínculo hasta su fallecimiento el día 13 de agosto de 1839, fue el párroco de su aldea natal, y a él tuvo que presentarle el titular del señorío.
Fue una familia bien avenida, pues en la casa convivieron toda la vida tres de los cinco hermanos, a excepción de Josefa, que se casó en Montán (Samos) y allá se quedó, y de Manuel, que trasladó su vida a Villagarcía y Santiago. Pero, aun así, a lo largo de las generaciones todos conservaron sus derechos sobre su casa de origen.
[1] En febrero de 1764, el titular del Señorío de Castillo de los Infantes era D. Alonso Mendoza de Lemos, residente en la calle Batitales, de Lugo, según el Catastro del Marqués de la Ensenada.
[2] Derecho de presentación: durante el antiguo régimen, los párrocos siempre eran nombrados por el Obispo, pero el candidato le era presentado por determinadas personas, siempre influyentes, que tenían esta prerrogativa. Como cada parroquia solía tener un “beneficio”, que era un patrimonio para sustento del párroco, el derecho de presentación otorgaba al presentero la facultad de colocar a una determinada persona al frente de un patrimonio más o menos abundante del cual se podía vivir holgadamente, llevando aparejada una clara influencia sobre el párroco designado y, a través de él, sobre sus feligreses.
2.2. Los Pérez, de Montán
Durante el siglo XVIII y principios del siglo XIX, la familia Pérez, de Santa María de Montán, ayuntamiento de Samos, era también conocida como Cereijo, y mantenía muy buenas relaciones con los Fernández Batallón del Castillo de los Infantes. https://www.google.es/maps/place/Mont%C3%A1n,+27627,+Lugo/@42.7665951,-7.2989914,423m/data=!3m1!1e3!4m5!3m4!1s0xd30451285443921:0xb4e7aa84a5e12a94!8m2!3d42.7658525!4d-7.2970457

Tan buena era la relación con los Batallón, que hubo un tiempo en el que Francisco Pérez, el padre y titular de la casa, que había comprado en 1753 las rentas de los votos de Santiago[1] correspondientes a las jurisdicciones de Lemos, Sarria, Triacastela, Cebrero y agregados, a D. Luis Saco Quiroga, Señor de la jurisdicción de Cedrón, llegó a un punto en que no los pudo pagar y se vio demandado y ejecutado en 1762 por el cabildo de la Catedral de Santiago y por el propio Sr. Saco Quiroga, lo que desembocó en el embargo de la casa y de todos los bienes que había en ella, incluido el ganado, las gallinas, muebles y todo lo demás. Para poder levantar aquellos embargos Francisco Pérez obtuvo un préstamo de 17.717 reales, el día 3 de septiembre de 1782, de los hermanos José y Francisco Fernández Batallón, vecinos de Castillo de los Infantes y buenos amigos, y como este último era persona que trabajaba en la Casa del Rey, debía tener disponibilidad de dinero en efectivo. Una gran parte de ese préstamo le fue luego condonado a Francisco como parte de la dote de Josefa Fernández Batallón -hija de Pedro y María- al casarse con su hijo – también llamado Francisco Pérez-, y el resto lo fue pagando poco a poco, con alguna que otra ayuda. Al terminar, en 1796, dejó escrita la enseñanza de sus agobios: “Digo yo, Francisco Pérez, que por los días de mi vida no tomaré réditos.”
[1] Los Votos del Apóstol Santiago: Dice la leyenda que en el año 844 los moros habían impuesto a los cristianos un tributo por el cual debían entregarles anualmente 10 doncellas nobles y 100 plebeyas, a lo que se opuso el Rey Ramiro I. Entablada contienda, la noche del 22 de mayo de 844 se hallaba acampado el Rey con sus extenuadas tropas en las laderas de los montes Laturce y Clavijo, en franca minoría y sin oportunidades frente a las huestes sarracenas. Mientras dormía, se le apareció en el sueño el Apóstol Santiago, quien le aconsejó emprender la contienda al día siguiente, pues él lucharía a su lado. Al día siguiente, tras consultar con obispos y nobles, decidieron salir a luchar, y en plena batalla de Clavijo -cuya existencia es cuestionada por historiadores-, el Apóstol cumplió lo anunciado y se presentó vestido de blanco, con estandarte blanco y a lomos de un caballo blanco, combatiendo a los musulmanes hasta conseguir la victoria. Como agradecimiento a su ayuda, el Rey Ramiro I y su reina Doña Urraca instituyeron en Calahorra el “Voto de Santiago”, por el que se ofrecían al Apóstol cosechas y botín de guerra como agradecimiento a la ayuda recibida, y se le nombraba patrón de España: “ hicimos voto, que se ha de guardar en todas las partes de España, que Dios nos conceda librar de los sarracenos por la intercesión del Apóstol Santiago, de pagar perpetuamente cada año, a manera de primicias, de cada yugada de tierra una medida de la mejor mies, y lo mismo del vino, para el mantenimiento de los canónigos que residen en la iglesia del bienaventurado Santiago y para los ministros de la misma Iglesia. Concedimos también e igualmente confirmamos para siempre, que los cristianos por toda España, de todo el botín que en cada una de las expediciones cogieren a los sarracenos, den con toda exactitud a nuestro glorioso patrono protector de España, el bienaventurado Santiago, tanta parte y porción como corresponde a un soldado de a caballo […]. Y si alguno llegare a quebrantar esta escritura y voto de la Iglesia del bienaventurado Santiago o se negase a pagarlo, cualquiera que él fuese, rey o príncipe, plebeyo, clérigo o seglar, le maldecimos y excomulgamos, condenándole a ser atormentado por siempre jamás en el infierno con Judas el Traidor”.
Este tributo gravaba las cosechas de los campesinos del norte de la Península Ibérica y se pagaba a la catedral de Santiago de Compostela, dándole gran poder económico, pero como no gozaba de simpatías -era un impuesto- el voto fue abolido en 1812, repuesto por Fernando VII en 1823, y abolido definitivamente en 1834. Algunos relacionan el declive de España como potencia en el siglo XIX con el abandono del voto. En la parroquia de Santiago de Castillo de los Infantes se recaudaba a razón de medio ferrado de centeno cada vecino que tuviera una yunta de labor, según consta en el Catastro de Ensenada.

Francisco y Josefa tuvieron ocho hijos, siendo el cuarto Juan y el quinto Manuel Pérez Batallón, nuestro protagonista. De los apellidos de cada uno, mejor no hablemos todavía, pues cada uno se puso los que mejor le pareció, con lo que se me creó un buen lío hasta que dominé la situación.

Al fallecer Francisco Pérez, la casa petrucial de Montán quedó en manos de Juan, el varón de mayor edad que no era clérigo, y hermano de Manuel. Juan ejerció algún tiempo en 1822 como alcalde constitucional de Samos En el trienio liberal, con funciones judiciales de segundo orden, conservándose un libro de autos de asuntos resueltos por él en ese año. En el año 2020 está su descendiente Toño prestando servicio como oficial en el Juzgado de Sarria, retomando el contacto con la justicia.
2.3. Los Arias Losada, del Mosteiro de Barbadelo
Esta rama familiar es, quizá, de la que conservo más rastro documental del gran patrimonio en tierras que llegó a reunir en la parroquia de Barbadelo, procedente de la acumulación de vínculos o mayorazgos. Sus principales señas identificadoras son:
- la Casa de Mosteiro de Barbadelo, muy antiguo monasterio dependiente del de Samos[1], con sus diversas obras de restauración en 1744, 1800 y 1816 (https://www.google.es/maps/place/42%C2%B045’54.0%22N+7%C2%B027’01.3%22W/@42.7659026,-7.452659,17z/data=!4m9!1m2!2m1!1smosteiro+cerca+de+Barbadelo!3m5!1s0xd303811b571e5e1:0xa11a66b9a8abfee5!7e2!8m2!3d42.7650033!4d-7.4503646);
- su apellido Arias Losada, conservado unido de generación en generación, con preferencia de uso del “Losada” sobre el “Arias”;
- sus fuertes vínculos con la Iglesia, especialmente con la feligresía de Santiago de Barbadelo, con varios párrocos rurales;
- y una vocación rural muy conservadora, íntimamente ligada a la casa petrucial y la tierra.
Su excesivo tradicionalismo rural y la falta de un liderazgo familiar eficaz tras el prematuro fallecimiento de José Francisco Arias Losada =padre= en 1898, y la desordenada administración de la casa por su viuda Josefa y los hermanos de ésta, como tutores de José, el heredero menor de edad, la llevó al borde de la ruina por deudas tras fallecer Josefa en 1805, hasta que José se casó con Tomasa de Novoa en 1808, que trajo una importante dote en dinero al matrimonio que alivió su economía. Pero la situación de Guerra contra Napoleón y la mala administración de José durante años volvieron a llevar a la Casa de Mosteiro a las penurias, hasta la entrada en escena de Manuel Pérez Batallón, que aportó dinero para pagar las deudas y mucho orden para reanudar la producción de la tierra en el seno de una sociedad atrasada y anquilosada en la pasividad del Antiguo Régimen, para abrirse camino entre los nuevos aires del Estado liberal tras la muerte del Rey Fernando VII. Sus miembros más reseñables, en diferentes momentos de la historia, son: Pedro Arias Losada, cura de Lousadela, comisario de la Santa Inquisición y activo litigante; Antonio Arias Losada, ordenado propietario; José Arias Losada, desordenado e incapaz de gobernar su casa; y Tomasa de Novoa, su infatigable y responsable esposa.

Lo dejamos aquí, pues esta familia tiene material suficiente para su propio libro, que no es éste. Tras fallecer Balbina Macía, en el año 1969, sus hijos Manuel y Jesús Pérez-Batallón Macía vendieron la casa de Mosteiro y todas sus propiedades a quienes vivían como caseros y a otros vecinos de la parroquia, poniendo fin de manera efectiva a los mayorazgos.

[1] La feligresía de Santiago de Barbadelo pertenecía al señorío jurisdiccional del Monasterio de San Julián de Samos, que nombraba juez ordinario y escribanos de número. Esta parroquia, al igual que la de Castillo de los Infantes, también pagaba el Voto de Santiago al Cabildo de la Catedral de Santiago de Compostela, si bien a razón de un ferrado y medio de centeno por cada labrador.
2.4. Los Novoa De Castro, de Lugo
Esta es la rama más urbana de todas, y la que enlaza con el espíritu liberal de la Ilustración, con las ciencias, los negocios y la cultura, moviéndose entre la sociedad más acomodada de Lugo de la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX.
También ésta es la rama menos numerosa, aunque es la que aporta los ancestros más ilustres, como son el doctor D. Domingo Antonio Novoa y Gándara, médico y farmacéutico titular de la ciudad de Lugo, que se había casado con Manuela Casal De Castro, sobrina del muy reputado Dr. D. Juan Francisco de Castro, que fue famoso jurista lucense apoyado por el rey Carlos III, y alcanzó renombre por sus obras y su pensamiento ilustrado e innovador en los tiempos que le tocó vivir. Contribuyeron a dar realce a esta familia el farmacéutico de la calle Batitales, Vicente De Castro, y el médico del Ayuntamiento de Lugo, José María Roig.

Su casa familiar y centro de operaciones estaba en los números 16 y 18 de la calle Batitales de la ciudad de Lugo, que eran dos edificaciones separadas por un patio, en cuyos bajos se encontraba la botica y el laboratorio de Vicente De Castro, hermano de Juan Francisco. https://www.google.es/maps/place/R%C3%BAa+Doutor+Castro,+16,+27001+Lugo/@43.010532,-7.5590309,606m/data=!3m2!1e3!4b1!4m5!3m4!1s0xd31ce9ac22a9a01:0x4a5be3d956057eec!8m2!3d43.0105281!4d-7.5568422
También tenía propiedades y casas en el -hoy desaparecido- barrio del Pájaro, frente a la Puerta Falsa, y entre algunos cubos de la muralla romana de la ciudad de Lugo.
Pero, con perdón del Dr. Castro, los que más han reclamado mi atención han sido el Dr. D. Domingo Antonio Novoa y su hija Tomasa. Él, por ser un hombre instruido, culto, amante de la ciencia, ordenado con el dinero y el patrimonio, serio en los tratos, responsable y bien posicionado social y profesionalmente; ella, por ser fiel seguidora de las enseñanzas de su padre, igual de ordenada y responsable, que casó y marchó a vivir a la parroquia de Barbadelo, tuvo a su hija Dolores y se vio obligada a asumir el gobierno de la casa del Mosteiro ante la incapacidad de su esposo, y frente a los embates del Monasterio de Samos reclamando el pago de rentas. Y con estos ejemplos creció la niña Dolores Arias Losada y Novoa, que finalmente contrajo matrimonio con el abogado Manuel Pérez Batallón, y juntos empezaron la aventura de la casa familiar que ha inspirado este trabajo.
Tras fallecer Casiano Pérez Batallón, las casas de la calle Batitales pasaron por herencia a su hijo José, el menor de todos, que las vendió a José Pedrosa Ulloa , y éste a la viuda de Tomás Carro, Carmen Pérez; y de ésta, a los herederos de su marido Emilio Panizo.
Después de esta introducción, lo que viene a continuación ya son los relatos que me han contado las cartas del XIX.
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